lunes, 8 de marzo de 2010

COMUNICADO
San Salvador, marzo 8 de 2010.

LA FUNDACIÓN METÁFORA,


Organización sin fines de lucro que busca acercar el disfrute, la reflexión y el cultivo de la poesía, el arte y la cultura a la población salvadoreña, y comprometida con su difusión y desarrollo como un derecho inalienable,

Ante la opinión pública manifiesta:

- Que rechaza la destitución injustificada de la Secretaria de Cultura, Dra. Breni Cuenca, que deja truncado el proyecto de Desarrollo Cultural iniciado en su gestión y que contaba con los aportes de numerosos sectores de trabajadoras y trabajadores de la cultura después de un largo proceso de consulta en la Mesa respectiva del Diálogo Social Abierto.
- Que a casi un mes de dicha acción, no se ha nombrado a ninguna persona para el cargo al frente de esta Institución, por lo que preocupa el evidente desinterés mostrado por la Presidencia de la República en este tema; tanto como en su momento lo dejó entrever el tardío nombramiento de la Dra. Cuenca, así como también teme por el estado de todos los proyectos, gestiones y acuerdos, iniciados durante su gestión con instituciones nacionales y extranjeras.
- Que repudia la obstrucción y censura de que han sido objeto trabajadores de la cultura en su quehacer de información y análisis hacia la sociedad, reflejado en bochornosos casos como el del Suplemento Cultural Tres Mil (Diario CoLatino), el programa televisivo Debate Cultural (Canal 10) y el programa radial Semáforo en Azul (Radio Nacional), cuyos realizadores, fieles a su compromiso con la libertad y la verdad, se vieron forzados a dejar estos espacios.
- Que denuncia la campaña de desprestigio iniciada contra algunos de nuestros miembros y contra otros representantes del gremio artístico y cultural, que han manifestado posturas críticas ante la destrucción del proyecto cultural de Nación que se estaba gestando y ante el riesgo de hacer uso de la cultura para fines personales, partidarios y/o propagandísticos.
- Que comparte el malestar generalizado entre las trabajadoras y los trabajadores del arte y la cultura, así como su desconfianza en las acciones a realizar por el Ejecutivo en cuanto al quehacer cultural, conscientes que éste no debe privilegiar a pequeños y perversos sectores de poder político y económico, sino responder a un proyecto emancipador en favor de los sectores populares.

Llamamos a todos los trabajadores y trabajadoras del arte y la cultura, y al pueblo en general, a pronunciarse:

1) Contra la tradición autoritaria que ha imperado en la historia nacional, y que evidentemente se mantiene, por sobre el afán democratizador que exigen los nuevos tiempos.
2) Por la creación inmediata del Ministerio de Arte y Cultura, que se garantice su independencia financiera, administrativa y programática ya que esta entidad es estratégica en el proceso de construcción de una sociedad democrática.
3) Por verdaderos mecanismos de diálogo y participación de los diversos sectores de la sociedad civil ante el gobierno, especialmente los sectores tradicionalmente excluidos, sin prestarse a estrategias propagandísticas, de desgaste, pasividad e inacción social.
4) A favor de un proyecto cultural liberador que se expresa en la identidad de los pueblos como protagonistas de cambios estructurales, basados en su dignidad y autodeterminación, en contraposición a una tradicional visión de instrumentalización de la cultura.
5) Por su derecho a la libertad de expresión y a ejercer organizadamente contraloría ciudadana sobre la actuación de los funcionarios e instituciones del Estado, exigiendo transparencia y resultados reales en función de sus legítimos intereses.

San Salvador, marzo 8 de 2010.


martes, 2 de marzo de 2010

Cómo acabar con la cultura de una vez por todas

Por Ricardo Ribera
Publicado el 1 de marzo de 2010
EL FARO.NET


Así se titula uno de los libros de cuentos cortos del famoso cineasta norteamericano Woody Allen, quien además de actor, director y guionista de cine – y por ratos músico de jazz – es también un notable escritor. El libro me lo acaba de prestar un amigo y me está haciendo reír a más no poder. La obra destila un humor sarcástico y burlón, irónico y a veces demoledor. Muy al estilo del autor. Hace una crítica a diferentes facetas de la cultura, desde el psicoanálisis a la filosofía, pasando por referencias a la mafia, al ajedrez, a las películas de terror y a varios tópicos más. No es exhaustivo y deja el texto abierto a la posibilidad de incorporar otros asuntos del mismo tenor. Desde El Salvador tal vez podamos ayudar a Woody Allen a completar su libro con nuevos e imaginativos aportes que van con el objetivo declarado de “acabar de una vez por todas con la cultura”.

El esquema que podríamos sugerir a tal fin es el siguiente: primero se le cambia nombre a la estructura de Concultura “elevándola” al nivel de Secretaría de la Presidencia, lo que suena impresionante y sale más barato que transformarla en Ministerio. Segundo, déjese sin definir el nombre de la persona que se piensa designar, para crear el suficiente morbo y expectación entre el personal, en especial entre los artistas y gestores culturales, que suelen andar a la greña y en el ínterin terminarán de despedazarse unos a otros. Tercero, convóquese a una asamblea con el anzuelo de que ahí se votarán propuestas para el cargo. Esto va a provocar precipitadas y apasionadas campañas, que dividirán todavía más al gremio artístico-cultural. Cuarto, una vez repunten dos de las propuestas, para el caso renombrados escritores, hágase caso omiso del resultado de la votación. Recomendable es que el poder se saque de la manga un tercer nombre, a ser posible de alguien que no tenga nada que ver con el mundillo, preferentemente que provenga del mundo académico. Esto habrá de provocar la cólera de quienes sintieron burladas sus preferencias, entrando en colisión con el grupo de amigos de la elegida.

Lo genial viene después. Se deja a la persona seleccionada el resto del año para que trabaje propuestas y planes, se reúna con cuanto sector y gremio hay en el país vinculado con el amplio mundo de la cultura, para prometer a unos y otros incluirlos en las nuevas directrices. Y a continuación, se la despide abrupta y repentinamente.

Déjense sin aclarar los motivos reales, o imaginarios, y emítase un comunicado en torno a generalidades como falta de “confianza” y de “lealtad”. Agréguese el argumento de que “no se han visto los cambios”, lo cual de seguro enardecerá a los críticos de la actual gestión gubernamental. Para confundir más, permítase a la persona víctima de tal decisión que sea ella la que convoque a conferencia de prensa para explicar las razones, o más bien las que ella supone han sido las razones, para tal fulminante destitución.

Si se logra que el equipo que acompañaba a la funcionaria renuncie también, como protesta o en solidaridad, se estará ya muy cerca de “acabar de una vez por todas con la cultura”. Se habrá conseguido la acefalía completa de la institución y el caos será casi total. A tal punto será un enigma la suerte futura de los distintos proyectos y programas programados y proyectados, todos ellos sin ejecutar ni en proceso de ejecución. También quedará incierto el futuro de los mil doscientos empleados en la burocracia estatal de la cultura.

¿A quién pondrán ahora? es la pregunta del millón. ¿Cuánto durará el que pongan?, es otra interrogante muy de moda en el país. ¿Realmente le importa a este gobierno la cultura?

Bueno, esta última pregunta en realidad no se la formula nadie, pues la respuesta la conoce hasta Woody Allen, de seguro. Quien con el guión que aquí se propone podría hacer un añadido y dar digno colofón a su libro.